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Lo original se defiende: Frisby y el derecho de las marcas colombianas a ser respetadas

En tiempos donde la originalidad se convierte en blanco de la copia, las marcas colombianas necesitan más que creatividad: necesitan protección. Frisby, un emblema del emprendimiento nacional, enfrenta hoy una disputa internacional que va más allá de lo legal; toca lo simbólico, lo cultural y lo justo. Desde nuestro rol en el ecosistema empresarial colombiano, alzamos la voz para decir: lo original no se copia, se respeta. Y cuando se intenta vulnerar ese principio, la solidaridad empresarial no es una opción: es una obligación ética.

Lo original se defiende: Frisby y el derecho de las marcas colombianas a ser respetadas

Un símbolo del emprendimiento colombiano

Hablar de Frisby no es solo hablar de pollo frito. Es hablar de una historia de innovación y perseverancia que comenzó en Pereira en 1977, cuando una familia decidió que la calidad, el servicio y el sabor serían su legado. Décadas después, Frisby no solo lidera el mercado colombiano en su categoría, sino que también es sinónimo de empresa bien hecha, de generación de empleo y de compromiso social.

La marca ha crecido con los colombianos. Ha acompañado momentos familiares, celebraciones, almuerzos de oficina y recuerdos de infancia. Ha educado, ha empleado con dignidad, ha construido colegios y ha aportado a la sociedad desde su negocio. Por eso duele que hoy tenga que enfrentarse a una disputa de propiedad marcaria en Europa que pone en juego su nombre, su símbolo y su legado.

 

Cuando la legalidad ignora la ética

La disputa con una empresa española que registró el nombre “Frisby” en la Unión Europea sin relación con la marca colombiana ha generado indignación, no por lo estrictamente jurídico, sino por lo profundamente injusto. Puede que la normativa europea permita ese registro si una marca no demuestra uso efectivo en el territorio, pero lo que está en juego no es una cláusula legal, sino un principio ético: no se debe aprovechar el éxito ajeno para construir el propio.

Frisby Colombia no es una marca más. Es patrimonio emocional de millones de consumidores. Ver su logo, su pollo insignia o sus colores apropiados por una firma sin historia, sin identidad compartida y sin trayectoria, resulta ofensivo. Es como si alguien reclamara como suyo un pedazo de nuestra cultura comercial. El reclamo no es solo por un nombre: es por el respeto al esfuerzo, a la trayectoria y al reconocimiento construido durante décadas.

Lo original une, incluso a los competidores

Lo que ha sucedido en redes sociales ha sido tan extraordinario como esperanzador. Compañías que normalmente compiten por la atención y el paladar de los colombianos decidieron hacer una pausa para unirse en una causa común: defender lo auténtico. Ver a KFC, Presto, Buffalo Wings, Kokoriko, Qbano y otras marcas expresar su respaldo público a Frisby es una muestra poderosa de que el gremio empresarial colombiano entiende algo fundamental: cuando tocan a uno, tocan a todos.

Porque hoy es Frisby. Mañana puede ser cualquier otra marca nacional que, por no haber registrado su propiedad en otro país, sea objeto de apropiación por parte de terceros. La solidaridad no es una moda, es una defensa anticipada de los valores compartidos. Esta unidad entre marcas demuestra que la competencia no impide el respeto, y que el mercado puede tener alma cuando lo que se disputa no es un cliente, sino un principio.

Defender nuestras marcas: un asunto estratégico

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El caso de Frisby debe ser una llamada de atención para el ecosistema empresarial colombiano. Es urgente fomentar una cultura de protección marcaria internacional, especialmente entre las empresas que han demostrado potencial de expansión o gozan de alto reconocimiento nacional. Las marcas no son solo nombres: son activos estratégicos. Protegerlas es blindar el patrimonio intangible de una empresa.

Desde el sector privado, desde las cámaras de comercio, desde los gremios y desde el Estado, deben fortalecerse las estrategias de acompañamiento para que ninguna marca colombiana vuelva a vivir un caso similar. No podemos seguir perdiendo derechos sobre símbolos que nos pertenecen cultural y comercialmente.

Frisby no está sola, Colombia la respalda

Este no es un blog sobre derecho marcario, es un mensaje desde la conciencia empresarial. No hablamos desde la rabia ni desde la venganza, sino desde la responsabilidad. Porque cuando una marca tan querida por los colombianos está en riesgo, lo correcto es levantar la voz y extender la mano.

Frisby no está sola. No solo la respaldan sus clientes fieles, sino también sus pares, sus competidores, sus comunidades, y todas las voces que creemos en el valor de lo auténtico. Cada marca que se solidarizó, cada mensaje de apoyo en redes sociales, cada consumidor que expresó su indignación, es parte de un movimiento que dice con firmeza: aquí respetamos el esfuerzo, la originalidad y el derecho a brillar sin ser imitados.

Una reflexión final

El caso de Frisby en Europa está aún en curso. Pero cualquiera que sea el resultado legal, hay algo que ya ganó: el corazón de un país entero que la siente como suya. Que esta situación no nos paralice, sino que nos inspire. Que nos motive a construir marcas sólidas, protegidas y con propósito. Que nos recuerde que lo colombiano vale, y que vale defenderlo.

Porque al final del día, no se trata solo de proteger un nombre. Se trata de decirle al mundo: en Colombia, lo original se respeta.

 

 

 

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